domingo, 1 de mayo de 2011

Más obras de teatro, menos cultura teatral.



Indudablemente en Lima las obras teatrales se presentan mucho más a menudo que hace 10 años. El público asiste en masa a estos espectáculos gastando por entrada promedio entre 40 a 60 soles. Según esto, se puede asumir que la cultura teatral del público limeño se está incrementando y obras con contenido más denso y profundo pueden presentarse en las tablas. Sin embargo, no es así. Parece que el público limeño asiste a los teatros para conservar o subir su estatus social frente a sus pares. Para graficar esta situación y la precariedad cultural, en lo que a teatro respecta, presento la siguiente experiencia en mi última visita al teatro:


“Las tres hermanas” de Antón Chéjov, dirigida por Francisco J. Lombardi. Presentada en el teatro británico de Miraflores. 

Al entrar al teatro pude ver a los vecinos miraflorinos bañados, bien vestidos y elegantes. Mantenían una postura de cultura teatral en su máxima expresión, comentando antiguas obras y desempeño de los actores que se presentarían en “Las tres hermanas”. Hasta ahí todo iba muy bien, la gente mantenía un comportamiento adecuado para el lugar, la obra presentaba un elenco muy bueno, la obra fue escrita por el indiscutible maestro del relato corto, Antón Chéjov y la dirigía por el reconocido “Pancho” Lombardi. En conclusión la obra prometía.

“Las tres hermanas” es una obra dramática con pasajes marcados por un fino humor irónico y mensajes sutiles, dirigida a un público sensible y atento. La obra empezó con una escenografía, vestuarios y maquillajes impecables. Sin embargo, el público no reaccionaba de una manera tan impecable. Se escuchaban risas en momentos, a mí parecer, inoportunos. Decidí omitir las risotadas y prestar atención únicamente a la obra, que se desenvolvía a principios del siglo XX en una elegante casa rusa. Sin embargo, mi atención se distrajo, esta vez por el acento de los actores, era un acento limeño, miraflorino, para ser más exacto. Imagínense una rusa hablando como una chica del Villa María, complicado. Terminó el primer acto y todo iba medianamente bien, pese a que hubo un par de actores que dejaban mucho que desear. 

En el segundo acto, en la escena suprema “Masha”, una de las hermanas, se despide de su amado “Vershinin”, teniente coronel que era trasladado de ciudad, con un apasionado beso que me empezaba a emocionar y conmover. Esa sensibilidad que la escena logró en mí fue destruida por el público, que al ver el beso exclamo: ¡Uuuuuuu! Es patético que ante una escena de alto contenido dramático donde una mujer se despide de su hombre amado, el público reaccione como una mancha de escolares que molestan a uno de sus compañeritos que se pone rojo cuando una niña le da un beso. Ahí se desdibujo todo, en el público habían un montón de "poseros" que solo estaban ahí para decir: “Me encantan las obras de Chéjov, que culto que soy”. Sin embargo no saben comportarse en un teatro, indignante.


La obra terminó y los aplausos fueron extensos provocando, unas 6 veces, la reverencia de los actores. Yo me pregunto, ¿Cuánto vale el aplauso de un público que interrumpió con una actitud infantil la escena más sublime? Creo que valen infinitamente más los 40 soles que pagaron…

Sin más que decir, y decepcionado del publico elegante, bien vestido, con un léxico implacable pero una cultura teatral risible, me despido destacando las actuaciones de Wendy Vásquez, Jimena Lindo, Leonardo Torres Vilar y Carlos Gassols.

4 comentarios:

  1. Lo que dices es muy cierto, sin embargo, pienso que llenar las salas de teatro ya es un gran avance amigo. No seamos muy exigentes con el público, ellos ya se educarán. Tal vez algunos optarán por Chéjov, otros, querrán mejor asistir a un espectáculo de improvisación teatral o stand up comedy. Y algunos, como creo que es tu caso, serán sensibles a todo tipo de expresión artística, y disfrutarán de las obras bien hechas.

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  2. En realidad el público exclamó ¡Uuuuuuh! por la entrada del Kuliguin, el marido de Masha, quien los sorprendió en tan sublime beso... Un poquito más de atención.

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  3. Anónimo, fue evidente que la interjección no fue de sorpresa. Estoy seguro que fue por el beso apasionado. Ojo: Antes de escribir pregunté a otra persona que estuvo presente y vio lo mismo que yo. Fue exactamente la misma interjección infantil que se utiliza en los colegios para molestar a un niño que es besado por una niña.

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  4. Bueno, tanta seguridad no deja espacio a debates. En todo caso, lo que origina mi comentario es que yo estoy presente en cada función y puedo comparar públicos, y déjame decirte con toda sinceridad: tuviste mala suerte el día en que fuiste a ver la función, pues no todos los públicos se comportan de igual manera. Y como dice nuestro amigo Rubén Darío (el de líneas más arriba)no seamos tan exigentes... ni generalicemos, digo yo, pues toda generalización, como ésta, es endeble.

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